Continúa la tónica en esta copa: la sorpresa. Chile cayó con Venezuela y Brasil con Paraguay errando todos sus penales. ¿Qué pasó con las figuras? A casa.
Otra jornada definitoria de cuartos de final dejó la irrefutable respuesta de que los partidos se ganan en la cancha, poniendo lo que se debe y jugando a lo que se puede. Los nombres pesan pero no tanto como antes y la presión juega un papel preponderante.
Anteayer fueron los nuestros los que sucumbieron en otro fracaso nacional y ayer fue el turno de nuestros archirrivales brasileños quiénes cayeron derrotados ante un mezquino planteo paraguayo que tuvo su recompensa desde los once pasos. Su arquero Justo Villar fue figura y la incapacidad para definir el cotejo durante los 120 minutos sentenció el destino de la verdeamarelha.
En la definición por penales no hay vuelta que darle. Errar los cuatro disparos te condena a quedarte afuera. La elección de los ejecutantes puede ser causa fundamental, pero ésta pasa por ese segundo donde el pateador, la pelota y el arquero definen el futuro de un país en una competencia. Brasil no estuvo fino, Paraguay sí. Inmerecido por el trámite, merecido en el resultado: premio guaraní.
En segundo turno se presentó Chile, quién mejor juego había demostrado en la fase clasificatoria pero también cayó en errores propios para quedar eliminado de la copa. Dos pelotas paradas en los pies de Juan Arango que capitalizó la vinotinto culminaron con la ilusión trasandina de levantar el trofeo en el vecino país. Como le sucedió a Argentina la excesiva confianza, el poco trabajo en los entrenamientos y la desconcentración en los tiros libres que caen como granadas en el área dejan a una nación sumergida en profunda tristeza y a otra en desmedida felicidad.
A partir de mañana se jugarán las semifinales que nadie se imaginaba en un comienzo. Uruguay choca con Perú en La Plata y el miércoles Paraguay hará lo propio con Venezuela en Mendoza. Sorpresa y ½
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