Lio Messi volvió a demostrar porque, sin lugar a dudas, es el mejor jugador del mundo. Dos asistencias tremendas y tres goles dignos de crack en 180 minutos encima participando en todos los tantos que gritó el Barca en su serie ante el Real. Simplemente superior…
Las miradas se posaban sobre un partido que prometía más que la ida y no defraudó a nadie en absoluto. Otra batalla, otra guerra. Cinco goles, sufrimiento e incertidumbre. La única diferencia: un individuo distinto, un escalón por arriba del resto.
¿Cuántas veces la tocó? 30/40 a lo sumo. Dos finalizaron adentro del arco y la otra en un pase a Iniesta de 25 metros que lo puso mano a mano con Casillas. Hace excesivamente fácil lo imposible, define con la tranquilidad de un entrenamiento, desequilibra en el momento indicado, aparece cuando lo necesitan y, por si fuera poco, la rompe cada vez que enfrenta a su clásico rival. Por eso las más de noventa mil almas que colmaron el Camp Nou coreaban su nombre, ganó el balón de oro y este Barcelona imbatible, sin desmerecer otras virtudes vitales para concretar una performance semejante, depende de lo que haga el rosarino. Ayer, como a lo largo del último tiempo, superó todas las expectativas.
La vuelta de la llave definitoria de la Supercopa Española tuvo a los de Mourinho muy bien parados, presionando en todo momento al local e impidiendo el toqueteo infalible de los dirigidos por Guardiola. Las claves fueron la contundencia de los blaugranas, con gritos de tamaña jerarquía y destellos de talento. Al Madrid le costó entrar con balón dominado debido al flojo trabajo de Ozil y la buena actuación del tándem Mascherano-Piqué en la zona defensiva. He allí la causa principal que explica cómo llegaron los goles de la visita: córner y jugada desordenada.
El cierre, con disturbios al por mayor, empañó el espectáculo que brindaron los dos equipos, superlativo, y que deja la puerta entreabierta para esta temporada que arranca. ¿Podrá el Real Madrid bajar al Barcelona o es misión imposible?
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