Sufrió desatenciones defensivas, el nivel superlativo de Damiao y limitaciones propias para sucumbir 3-1. Un penal sobre el cierre de la serie, que se dirigía indudablemente al alargue, sentenció el resultado y reveló un tropezón que a pesar de las ganas fue caída. Independiente no pudo sumar su 17ma estrella internacional, titubeó otra vez…
La oportunidad estaba al alcance de las manos, se latía y más aún luego del 2-1 obtenido en el Libertadores de América pero las cosas fueron diferentes en el difícil terreno brasilero. Las acciones se sucedieron de manera que se mantuvo la incertidumbre, el acertijo de quién gritaría campeón tardó en develarse y fue sobre el epílogo que llegó el punto de inflexión, el cambio a esa paridad que se daba en el global. Provino claramente por mérito de Internacional, que apuró los últimos diez, dejó mano a mano al recién ingresado Jó con Hilario y el arquero, desmedido, se llevó puesto al atacante. Larrionda reaccionó automáticamente marcando la pena máxima; Kléber de estrellar el balón en la red. 83’, muy poco restaba por hacer.
Esta apremiante realidad tiene punto de partida en una jugada espléndida de la figura excluyente que volvió loco a Milito, lo superó por todos lados y lo rebajó a su mínima expresión a los 20’ cuando marco el primero. No sólo allí el ex-Barcelona hizo el ridículo ya que tras un pelotazo, cinco minutos más tarde, se cayó entregándole en bandeja otro grito al delantero que amplió la cuenta con un zurdazo cruzado. Esta diferencia determinó el trámite del encuentro, con los argentinos haciendo el desgaste, clave para analizar lo que quedó de un nuevo fracaso.
Para rescatar el descuento de Maxi Velásquez, dotado de jerarquía colectiva que no fue moneda corriente durante el cotejo, no alcanzó.
D’alessandro y Guiñazú hoy festejan en el exterior mientras la mitad de Avellaneda no encuentra consuelo para estas dos finales que se les escaparon. ¿Será hora de un cambio o de mantener un proyecto?
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