Para ver un partido de fútbol con todas las letras, con estrellas al por mayor y jugadas de enorme calidad. Para olvidarnos de los benditos penales y disfrutarlo a Messi donde mejor se mueve. Miles de causas podríamos seguir enumerando que dejarían en claro porque tanta gente miró la ida del Real Madrid – Barcelona por la Supercopa Española. Se desprende una conclusión determinante: el rendimiento argentino sigue muy lejos…
La comparación previa, que pone en tela de juicio los años luz de diferencia que nos separan con Europa, a la vez nos remite con irremediable necesidad al pésimo papel realizado en la Copa América por la selección, con muchísimas dudas y ninguna certeza. Con otro signo del derrumbe categórico que sufre nuestra performance y que empezamos a vivir en este lapso negro para el fútbol argentino. Con el ego elevado a su máxima expresión, superando a los rivales de antemano con los nombres como lo pudo hacer Maradona en México ’86 pero con un concepto desconocido en la realidad, donde los resultados te comen las piernas y la estrategia pasó a cumplir una función preponderante.
El fin de semana pasado vivimos la fecha inaugural de un nuevo torneo organizado por la AFA y que reunía a los mejores clubes de nuestro país, sin River descendido a la B Nacional. Lo que surgió no estuvo acorde a lo esperado. Pocos goles, planteos mezquinos y mediocridad pura en la totalidad de los estadios. No es necesario acordarse siquiera del show mediático del “torneo de 40 equipos” lo que aumentaría considerablemente las críticas a una asociación que esconde tanto y muestra poco.
Para no faltarle el respeto al tremendo año argentino, la sub-20 de Perazzo que asomaba como salvadora de la masacre también sufrió las consecuencias de su incapacidad para definir la cuestión. Dos disparos, dos penales, con lo que significa estar a once metros del pase y errar ambos crea un temor insostenible. Un miedo al fracaso que siempre nos desemboca en la misma situación: llanto y pasaje de vuelta.
Por eso y ante la posibilidad de liberarnos de todos los males las miradas se posaron en el match de ida de la Supercopa Española. Real Madrid – Barcelona en el Santiago Bernabeú. Gran propuesta a la que ningún amante del deporte más hermoso del mundo pudo serle esquivo. Casillas, Cristiano, Ozil, Benzema. Messi, Villa, Alexis, Iniesta. Seguir nombrando… ¿para qué?
Por la jerarquía y el material que presentaban los dos. Porque era un encuentro que abría la temporada para los españoles, porque no se iban a regalar nada y lo demostraron podemos decir que fue de otra galaxia. En medio de tanta desilusión argenta, remedio inmediato. Todos los condimentos: mal arbitraje, gritos por ambos lados, apariciones descomunales y lucidez en cantidad.
Los locales dominaron sin brillar cuando se impusieron en territorio contrario. Con pressing, marca, hostigamiento, veloz recuperación y sometimiento llevaron la zona de elaboración azulgrana a lugares desconocidos, aprovechando la ausencia de Xavi durante ¾ del cotejo. Se desdibujó con el correr del tiempo la prolijidad, eso sí, pero la magia siguió apareciendo en los pies de quién tocase el balón.
Del lado del Madrid Ozil se calzó la 10 para no defraudar, para dar ese salto de madurez que le pedía la afición de la casa blanca. Categoría, templanza y manejo del espacio en el primero cortesía de un Benzema que perdió protagonismo a medida que avanzaba el reloj. Asistencias destacadas y movilidad a las espaldas de Keita. Reproches pocos, sólo la desaparición en parte de los 90, pero cuando conectó con el balón estuvo fino.
Del lado del Barcelona lo de Villa para un cuadrito. No hay palabras para describir lo que hizo, superlativo queda chico. A un toque, en un segundo y donde absolutamente nadie llega. Con la velocidad, convicción y el talento de un grande. Lo de Messi parecido, clave, ubicándose donde él quiere, impulsando, proponiendo y aprovechando un momento de desconcierto para marcar su gol, cosa que hizo más tarde Xabi Alonso para el contrario. De la misma manera se quiso mostrar la maravilla Alexis Sánchez. Movedizo, intratable, defensivo, atacante, veloz, pero sufriendo las penurias de quién impartía justicia.
La diferencia que tuvieron los de Mou en el trámite la emparejaron los de Pep con la contundencia. Fue un espectáculo, ni más ni menos. Será para no perderse la vuelta el miércoles próximo.
No queda lugar a interrogante. Hay un largo camino por recorrer y para recuperar la confianza, la gloria perdida tendremos que nutrirnos de los que sí hacen la labor como deben. Con responsabilidad y trabajo. Manos a la obra…
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